Mustia hasta los huesos

lunes, septiembre 18, 2006

Fue en Paris...



Bajo la brillante luz de las mejores lunas que he visto en los azulados cielos de Paris, caminaba pensativo por las iluminadas y bulliciosas calles del barrio bohemio de Montmartre; y habiendo recorrido algunos kilómetros sin percatarme ni de la distancia ni del tiempo trascurrido, me detuve en uno de esos encantadores cafés, con mesitas y sillas en las aceras y como fondo sonoro la armoniosa melodía de un solitario acordeón parisino.
Con tan bello escenario, de inmediato me adueñé del mejor lugar del café, justo donde a unos cuantos metros se podía apreciar el famosísimo Moullin Rouge; y para estar a “doc” solicité a la mesera una copa de vino tinto y entonces disfrutar de tan mágico momento.
Y me encontraba ahí, en compañía de una copa y un libro ya bastante avanzado. Sin espera de nadie, me dispuse a retomar mi lectura… De pronto, percibí ese sentimiento extraño de ser observado, retiré la mirada de las líneas de texto y me percaté de los ojos más hermosos que he visto en la vida. Justo en la mesita de enfrente se encontraba Ella tomando una taza de té. De porte europeo inconfundible, personalidad enigmática y de cautivadora belleza. Ohhh, qué bella dama, pensé. Y un tanto atontado de tan extraordinaria belleza, apenas si me percaté que intempestivamente te levantaste de tu asiento y te dirigiste hacia mi. No pude disimular el nerviosismo que me provocó tu ligero y candencioso andar justo hacia mi mesa. Bajé la mirada hacia el libro simulando leerlo, me saludaste con excelente español: “Hola, te puedo acompañar?”. Tímidamente levanté mi mirada, escaneando lentamente tu bien formado cuerpo. Tus pantalones de color oscuro dejaban ver tus torneados muslos y esa blusa blanca de cuello de tortuga, tus redondos pechos… y fue entonces, que llegué a esos hermosos ojos que minutos antes me habían cautivado. Y asentí a tu petición con una sonrisa. Me levanté, corrí tu silla como todo un caballero, detalle que provocó que se dibujara una sensual sonrisa en tus labios… Mientras lo hacías, sin ninguna mala intención, no pude dejar de mirar tus bien formadas caderas.
Tomé asiento sin dejar de mirar tu bello rostro. Y volviste a repetir “hola”, a lo que reaccionando respondí: “Hablas perfecto el español para ser parisina”. Soltaste una generosa carcajada diciendo: “Eso dicen, pero no soy parisina, soy mexicana y creo que tú también lo eres. Desde hace unos minutos te observaba y no creo equivocarme, verdad?”. Quedé como estúpido durante algunos segundos, pensando sobre lo hermosa e inteligente que eras. Perdón, me decías; ahhh sí, sí soy mexicano…, por cierto mi nombre es Alonso y el tuyo es?... Bárbara, mucho gusto Alonso. Woww, honor le hacía a su nombre, volví a pensar. Nos dimos las mano en señal de placer de conocernos.
Después de decirme que eras de la ciudad de Monterrey, pero que ya llevabas varios meses viajando por el viejo continente por cuestiones de trabajo y porqué no, también de placer, insististe en el gusto que te daba tener una conversación tan amena y tan interesante con una persona que hablase el mismo idioma, lo que agradecí profundamente.
Después de un par de copas de vino y té helado, de risas y miradas seductoras y halagos mutuos, había llegado la hora de despedirnos. Agradecí el momento tan agradable que había pasado contigo y esperando volver a verte pronto. Tomé tu mano y me incliné para besar tu mejilla como señal de despedida, pero en seco me detuviste y fue sólo que dijiste: “Quieres ir a mi departamento?”
Sin entrar en muchos detalles, les puedo decir que primero fue apasionado y salvaje calmándonos sólo con besos y caricias y continuar con uno dulce y tierno, donde la penetración fue en lenta y armoniosa sincronía para lograr el mejor engrane de nuestros sexos, donde las palabras salen sobrando y lo único que se siente es la respiración y la humedad compartida.
Bárbara se fue al día siguiente y nunca la volví a ver. Aquella noche regresé a México y hoy es ella solo un nombre al igual que yo, sin apellidos y sin ninguna dirección, porque esa noche sólo fuimos ella y yo en Paris.

Nota importante: La historia de este post es una readaptación de un hecho real del personaje llamado Alonso (nombre ficticio) de un “MUSTIO” que compartió su experiencia conmigo. Lo prometido es deuda amigo, aquí lo tienes, espero te guste. Un gran abrazo hasta el viejo continente. Pd. Espero mis souvenirs!!!

5 Comments:

At 6:31 a.m., Blogger La-Roc said...

Un relato pícaro sin pasar a vulgar.
Pariiiiiiiiiiiiiis, Pariiiiiiiiiiis, Pariiiiiis, .... [dando silvidos].

Saludos desde Puerto Rico colindando con el Mar Caribe!

 
At 12:02 p.m., Blogger bombon said...

Orale que buena historia , vuela mi imaginacion llevandome hasta paris en ese encuentro casual,(suspiro) que bello.

Yo tengo un amigo llmado Alonso en Paris jajaj cuando lo lei pense hay alonso que andas haciendo jjajaj


saludos

 
At 3:23 p.m., Blogger blankh said...

estas historias me dan tristeza.....bua.....

 
At 7:48 p.m., Blogger Guffo said...

Estuvo bueno, jeje. Saludos.

 
At 10:29 p.m., Blogger Mustia hasta los huesos said...

AHI LES VOY MIS MUSTIOS:

HADA: COMO SIEMPRE GRACIAS POR LEERME.

BOMBON: QUÉ COINCIDENCIA!!! JAJAJAJ.

VERDY: COINCIDO CONTIGO, LA PRIMERA VEZ NUNCA SE OLVIDA...

BLANKH: NO AMIGA NO TE PONGAS TRISTE. LA HISTORIA TIENE SU LADO CACHONDOOO...

MR. GUFFO: WOWW USTÉ VISITÁNDOME, QUÉ HONOR!!! GRACIAS POR LA VISITA.

 

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